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Relato Travesti Historias de Salou (1)


RELATO TRAVESTI ESPAÑA: Historias de Salou (1)
Historias de Salou (1)

Autor: Juancho

Me estrené en La Pineda Chicas, un piso en la planta baja de un bloque de apartamentos, discreto si vas en temporada baja. En temporada alta, Salou, Playa de Europa, es un maremagnum de veraneantes que van y vienen, y puedes toparte con conocidos con una facilidad digna de una Ley de Murphy.
Cuando llamabas a la puerta, a veces salía la encargada, agradable, discreta y de pocas palabras. Ignoro si es trans. A mi me lo parecía. Hay grandes fotos suyas sobre las cabeceras de las camas. Y tenía un aire que me recordaba a Cher, la cantante.
El local es pequeñito pero aseado. Sólo tiene un detalle que me jode pero que muy mucho: esa puerta al final del pasillo, con cristales-espejo. Sabes que siempre hay alguien que te está observando desde el otro lado.
Ahí tuve mi primer contacto con una travesti. Lo recuerdo con cariño porqué fué muy satisfactorio. Y eso que al entrar me temblaban las
piernas. Al salir, también, pero por otro motivo.
No recuerdo su nombre (de hecho no recuerdo casi ningún nombre). Una mulatona altísima, que imponía respeto, con unas tetas y un culo así y una tranca aún más así. Después resultó ser cariñosa, a pesar de que no le dije que era novato hasta que hubimos acabado. Nos estuvimos trabajando los mangos un buen rato. Durante la cubana mi hermanito se perdió en las profundidades de sus tetas y no volvió a la superficie hasta pasados quince minutos. Después le trajiné el túnel del amor bien a fondo, hasta que me corrí.
Unos meses más tarde volví a citarme con ella sin saberlo: se había cambiado el nombre.
"Caramba, yo a ti te conozco. A ver esa polla. Fijo. Te conozco. Una como la tuya no la olvido". Yo es que para estas cosas soy muy fisonomista.
Volví a La Pineda Chicas cinco o seis veces más, con mayor o menor fortuna en el trato, pero en todas las ocasiones encontrando tranis bastante guapas, con unos cuerpazos y unos rabos XXL.
Mi peor experiencia fué la última, con una chica vamos a llamarla guarrilla. Intenté explicarle que como mínimo una tiene que lavarse los bajos, más aún si con eso se gana el pan. Llevaba poco tiempo aquí y ni papa de español, la pobre. "Que con las cosas de comer no se juega", insistí. Y debió entender que me la comas y juegues con ella. Los peligros de no saber idiomas. Eso sí, el francés no se le daba mal.
No he ido por allí desde hace tiempo. Algún día me pondré nostálgico y volveré. Uno siempre vuelve a los lugares donde fué feliz. Tarde o temprano llamaré por teléfono para encargar un buen rabo de buey que llevarme a la boca. Con salsa y guarnición. Mmm. Rico rico.


Publicado el November 28, 2016 at 12:00 am

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